¿Realmente era necesario ubicar una nueva cámara entre la EOS 550D y la EOS 7D?
Esa misma pregunta es la que nos hacíamos este pasado verano, nada más conocer la nueva EOS 60D y la estrategia que Canon había decidido desplegar con respecto a esta gama media. Los directivos de la marca japonesa parecen tenerlo claro, así que, a golpe de bisturí e hilando con gran precisión, han trazado un espacio entre esas dos réflex y han plantado ahí esta EOS 60D. Aunque por su nomenclatura parece claro que estamos ante la sucesora de la EOS 550D, lo cierto es que Canon ha realizado un reposicionamiento en su gama para situar este modelo unos pasos por detrás de su antecesora en algunos aspectos, pero haciendo suya la tecnología presentada en otros modelos más recientes de la casa. Daños colaterales Un rápido vistazo a la previsible hoja de especificaciones evidencia esa posición intermedia de la nueva EOS 60D entre las citadas EOS 550D y EOS 7D. De ellas toma prestado el sistema de medición iFCL de 63 zonas, el control inalámbrico de flashes externos, una espléndida pantalla de 3 pulgadas -que ahora es articulada, además-, o el vídeo en alta definición y con numerosas opciones de grabación. Y sobre todo, el sensor CMOS de tamaño APS-C y 18 megapíxeles que tan buenos resultados ha dado y que ya todos conocemos. Sin embargo, ese reposicionamiento del que hablábamos también ha provocado algún que otro daño colateral en la EOS 60D, que reduce algunas de sus prestaciones respecto a lo visto en el modelo anterior. Desaparece, por ejemplo, el conector "PC sync" para flashes de estudio, el cuerpo de magnesio, los microajustes de enfoque para los objetivos y la ranura para tarjetas CompactFlash, que ahora es sustituida por una para SD Card. Además, el disparo en ráfaga también ha disminuido ligeramente su cadencia. Se trata de detalles, es cierto, pero algunos de ellos son lo suficientemente importantes como para que los usuarios más avanzados miren con cierto recelo esta evolución canonista.
Ergonomía ligeramente mejorada Comparada con el modelo anterior, las dimensiones de esta EOS 60D han menguado ligeramente, sobre todo en altura y grosor. Pese a ello, la ergonomía ha salido ganando, de tal forma que el nuevo cuerpo transmite una mejor sensación general entre las manos. Su peso también ha disminuido ligeramente -unos 60 gramos respecto a la EOS 50D y unos 150 gramos frente a la EOS 7D-, aunque mucho nos tememos que ha sido a costa de sustituir el magnesio por un cuerpo de policarbonato sobre chasis de aluminio.
El dial de modos cuenta ahora con un pequeño sistema de bloqueo que impide sumovimiento accidental y que obliga a pulsar un botón central antes de proceder con el giro. La nueva posición del interruptor general, por su parte, nos ha parecido más cómoda y práctica que la vista en modelos anteriores. Al parecer, las zonas selladas del cuerpo se mantienen intactas, pero no ha sido posible conseguir datos más concretos al respecto, y lógicamente unos cuantos días de prueba no son suficientes para comprobar la resistencia de una cámara.
El LCD superior se mantiene, aunque reduce muy ligeramente su tamaño y se deja por el camino alguna que otra función. Los controles situados en esta misma zona están dedicados ahora a una sola tarea en lugar de las dos que se les asignaban hasta ahora. Aunque pueda parecer más práctico, el problema es que hemos perdido la posibilidad de controlar desde aquí y con un solo toque el balance de blancos y la compensación de la potencia del flash. En cambio, no podemos pasar por alto en la lista de novedades que el valor de exposición se ve incrementado hasta 3 pasos, lo que sumado a las opciones de personalización nos da en realidad un abanico de compensación de hasta 5 pasos. Pantalla articulada, la gran novedad Nos guste más o menos, el caso es que la pantalla articulada es, posiblemente, la gran novedad de esta EOS 60D y lo que permite diferenciarla a primera vista del resto de modelos del catálogo de la firma. Esperada por muchos usuarios y un gran aporte sobre todo a la hora de grabar vídeos o trabajar con la cámara montada en un trípode, es la primera vez que Canon apuesta por este tipo de pantalla en una cámara de ópticas intercambiables.
Igual que ya ocurría en la EOS 550D, este monitor LCD también apuesta por una proporción de 3:2 en lugar de los 4:3 vistos normalmente. De esta manera, nos ahorraremos las bandas negras que aparecen al usar el Live View o al visualizar las fotografías.
Su resolución también ha aumentado ligeramente hasta alcanzar 1.040.000 píxeles, lo que se traduce en una calidad de imagen notable en cualquier situación, con unos colores y un contraste excelentes.
El sistema de menús se mantiene intacto respecto a lo visto en otros modelos. La información se muestra de forma clara y comprensible, y es muy fácil cambiar cualquier parámetro usando el botón "Q" de acceso rápido a los ajustes en pantalla. Lástima que en esta ocasión se haya decidido prescindir del práctico "joystick", para incluir esta función dentro del segundo dial. Tanto su tamaño como su tacto -relativamente pequeño y algo duro en su funcionamiento- no han terminado de convencernos, o al menos no tanto como el mecanismo empleado hasta ahora. El sistema Live View se ve beneficiado por la inclusión de un nivel electrónico, aunque sólo horizontal. Otra novedad radica en la posibilidad de cambiar de formato, siendo posible escoger entre 1:1, 16:9, 4:3 o por supuesto 3:2. El funcionamiento de este modo, como siempre, está muy cuidado. Es posible trabajar con el histograma en vivo para conseguir una exposición perfecta, así como previsualizar la profundidad de campo y cambiar la exposición o el balance de blancos en tiempo real. Por otro lado, podemos enfocar por contraste, detección de fase o a través de la detección de rostros, que en realidad no deja de ser una modalidad específica del sistema de contraste. No hace falta decir que la velocidad del enfoque por contraste sigue dejando bastante que desear. Desgraciadamente, no hemos apreciado ninguna mejora en este campo respecto a los últimos modelos probados. Un kit mejorable La cámara suministrada por Canon para realizar esta prueba venía acompañada del zoom 17-85 mm f4-5.6 EF-S IS USM, que forma pareja junto al junto al cuerpo en uno de los kits comercializados por la compañía.
Aun no siendo un mal objetivo, lo cierto es que no consigue sacar todo el provecho al exigente sensor de la EOS 60D. La pérdida de calidad en las esquinas y las excesivas aberraciones cromáticas hacen que no sean la pareja perfecta. Por eso, el kit junto al 18-135 mm f3.5-5.6 o incluso con el modesto 16-55 mm f3.5-5.6 IS nos parece una mejor opción. Siguiendo con las novedades, aunque teóricamente el visor ofrece una mejora en la cobertura del 1% (pasamos del 95% de la EOS 50D a un 96%, manteniéndose la magnificación), la verdad es que resulta difícil apreciar este ligero cambio a simple vista. En todo caso, el visor de tipo pentaprisma se mantiene con un tamaño parecido -si no igual- a lo ya visto por ejemplo en la EOS 50D, lo que supondrá una notable mejora para aquellos usuarios acostumbrados a trabajar con cámaras como la EOS 450D. Menos ráfaga, el mismo autofoco El módulo de enfoque automático se mantiene intacto con respecto a la EOS 50D, y hereda por tanto las características ya vistas en modelos anteriores. Sin duda, un auténtico jarro de agua fría para los que esperaban alguna mejora o incluso el mismo sistema que la EOS 7D. Ahora bien, tampoco cabe recriminarle nada, visto su excelente comportamiento en la práctica e incluso a la hora de seguir sujetos en movimiento. No hay cambios, por tanto, en los 9 puntos en enfoque en cruz -con un reparto muy equilibrado a lo largo de la superficie del sensor-, sensibles tanto a las líneas verticales como horizontales. Pese a la reducción de la ráfaga y teniendo en cuenta el aumento de la resolución a 18 MP, la velocidad de disparo no está nada mal.
La ráfaga, por su parte, ha disminuido de los 6,1 disparos por segundo de la EOS 50D a 5,3 fotogramas en el nuevo modelo, que además es capaz de grabar unos 16 ó 17 archivos RAW antes de que se agote su buffer. Aunque la reducción de la cadencia de disparo no es una buena noticia, hay que reconocer que el aumento de la resolución hasta los 18 megapíxeles combinado con la posibilidad de trabajar con ficheros RAW de 14 bits hace que estas cifras de velocidad no estén nada mal. Eso sí, para sacarle todo el partido será necesario disponer de una tarjeta de memoria suficientemente rápida.
Respecto a la medición, la EOS 60D usa el mismo sistema que ya ha demostrado su buen funcionamiento en las EOS 550D y 7D, y que supone un interesante paso adelante respecto a lo visto en la EOS 50D.
Se trata de un sensor de doble capa que es capaz de calcular la exposición trabajando sobre 63 zonas y usando para sus cálculos la información disponible sobre el foco, el color y la luminosidad de la escena. En la práctica acostumbra a trabajar muy bien, e incluso en las situaciones más difíciles difícilmente quema las luces altas de la imagen. Sin necesidad de computador Otra de las novedades aportadas por esta EOS 60D y probablemente inspiradas en algunas réflex de Olympus es la posibilidad de usar filtros creativos con los que ni siquiera habrá que pasar por el computador para conseguir efectos cuando menos curiosos.
Ejemplos de estos filtros son los llamados "enfoque suave", "cámara de juguete" -para dar un toque "lomográfico" a las imágenes- o "efecto miniatura", muy de moda últimamente. Como suele ocurrir con este tipo de opciones, aunque posiblemente los usuarios más experimentados las acogerán sin demasiado entusiasmo, los aficionados más creativos las verán con buenos ojos. De todos modos, la opción más interesante (disponible también desde hace tiempo en modelos de la competencia) es poder procesar los archivos RAW sin tener que sacarlos de la cámara. Se trata de una suerte de Digital Photo Professional (el software de Canon para trabajar con sus RAW) en miniatura, con el que podemos realizar pequeños ajustes (brillo, balance de blancos, cambiar el estilo de imagen, eliminar el viñeteo…) antes de convertir la foto a JPEG. Las opciones que brinda esta herramienta son realmente muy extensas y permiten conseguir ficheros de gran calidad sin tener que acercarse al ordenador. Un viejo conocido Teniendo en cuenta que el CMOS utilizado por esta cámara es el mismo -o uno muy parecido- al empleado por las citadas EOS 550D y 7D, no cabe esperar grandes sorpresas en lo que respecta a la calidad de imagen. En este sentido, el rendimiento general es excelente, con un nivel de detalle -pese a las carencias del zoom utilizado- muy elevado y buenos resultados también en lo que respecta al rango tonal y dinámico. El ruido se mantiene en unos niveles muy bajos hasta 1.600 ISO. Un paso por encima, el ruido en las sombras es ya bastante visible, pero pese a ello las fotografías son perfectamente utilizables. A 6.400 ISO, la fidelidad del color dista bastante de ser adecuada, pero soportará sin demasiados problemas tamaños de impresión pequeños.
Así que, por una vez, el aumento de la resolución en un sensor del mismo tamaño no es una mala noticia. Y es que este captor de 18 megapíxeles supone un claro paso adelante respecto al CMOS que vimos en la EOS 50D, tanto en calidad general como en control de ruido.
Y lo mismo ocurre con el vídeo, otro de los aspectos más cuidados de esta cámara y respaldados ahora por una pantalla articulada que resulta especialmente útil a la hora de grabar clips. Las opciones de tamaño de cuadro incluyen secuencias de 1920 x 1080, 1280 x 720 y 640 x 480 puntos, con cadencias de 29,97, 25 ó 24 fotogramas por segundo (dependiendo de si escogemos NTSC o PAL a 1080p) o bien de hasta 60 fotogramas por segundo en resoluciones inferiores. Los vídeos ofrecen una calidad excelente, incluso trabando con sensibilidades elevadas. El movimiento es fluido, aunque de nuevo hay que recordar que el uso de una tarjeta de memoria suficientemente rápida -de clase 6, al menos- resultará imprescindible. El micrófono monoaural incorporado no suena nada mal -al menos para un uso no profesional-, pero en cualquier caso resulta interesante disponer de un conector para trabajar con micrófonos auxiliares. Entre las opciones, destaca un filtro "cortavientos" tanto para el micrófono incorporado como para el externo, así como la posibilidad de ajustar el nivel de entrada del audio. Funciones inalámbricas La batería vista en la EOS 50D ha sido ahora substituida por la ya conocida LP-E6, que utilizan modelos como la EOS 5D Mark II o la EOS 7D, y puede presumir de una excelente autonomía y un mayor rendimiento en climas fríos. Claro que, quienes den el salto a una EOS 60D desde una EOS 50D, posiblemente no vean con muy buenos ojos que ni sus baterías ni la empuñadura vertical sean compatibles con el nuevo modelo. Respecto a la duración, como siempre dependerá mucho del uso que hagamos de la pantalla y del vídeo. En nuestro caso, hemos disparado más de 350 fotos, usando eventualmente la previsualización en pantalla, el flash e intercalando algunos clips de vídeo.
Tras esta intensiva sesión el indicador de la batería conservaba el 75% de su capacidad. Así que, usando únicamente el visor y sin abusar del vídeo, no es ninguna locura pensar que la EOS 60D puede llegar a los 800 ó 900 disparos sin tener que pasar por el cargador. El flash, por cierto, mantiene la opciones de control inalámbrico de unidades externas, pero sacrifica el conector "PC sync" para trabajar en estudio. La velocidad de sincronización se mantiene en 1/250 de segundo, más propios de la gama semiprofesional de Canon que los 1/200 de segundo de la EOS 550D. Novedades limitadas Una excelente cámara en un contexto complicado. Ése podría ser el resumen de esta EOS 60D, que en otro momento y otro escaparate posiblemente hubiera cosechado mayores éxitos de los que posiblemente le esperan en los próximos meses.
Al principal problema inicial que le veíamos a esta cámara -encontrar un hueco entre la EOS 550D y la EOS 7D para justificar su llegada-, ahora mismo hay que sumarle uno posiblemente más grave: la llegada de las Pentax K-5 y Nikon D7000, que la dejan en una situación bastante delicada.
Su precio es muy similar -si bien en los últimos días ya hemos notado una interesante tendencia a la baja-, mientras que la mayoría de prestaciones dejan a la réflex de Canon un peldaño por debajo de sus competidoras. Al menos sobre el papel. La llegada al mercado de las nuevas Pentax K-5 y Nikon D7000 dejan a esta Canon en una situación delicada ¿Justifica la pantalla articulada y una construcción un poco más consistente la presencia de este nuevo modelo? Independientemente de la respuesta mayoritaria, la estrategia de Canon parece ir cada vez más en línea con la de Sony: llenar el catálogo de modelos aparentemente muy similares, pero que no dejen ni un solo hueco en blanco en el escaparate desde la sencilla EOS 450D (que aún se vende) hasta la EOS 7D. Así que, pensando en los usuarios más fieles a la marca, esta EOS 60D representa el paso lógico para quienes provienen de las réflex canonistas más sencillas. Serán ellos y los amantes del vídeo quienes mejor apreciarán el salto cualitativo en los resultados y las prestaciones de esta SLR de gama media.
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